Hola de nuevo!
Espero que estén disfrutando de su domingo, ya no los torturaré por ésta semana al menos, jejeje.
Sólo me paso para dejarles el Capítulo 9 de Historia de Dos Amantes, espero que éste sí les guste y me comenten un poquito cómo les parece y nuevamente, gracias por regalarme unos minutitos de su muy preciado tiempo!
Capítulo 9
Rasgando el Cielo
Charles, ya impaciente con la actitud manifiesta de su madre, quien no perdía ocasión de empujarlo al lado de Stella, se despidió alegando encontrarse totalmente agotado. Su madre lo miró con tono severo, acunó su rostro entre sus manos y le dio un profundo beso en la mejilla, él le devolvió el gesto más moderadamente y se retiró. Afuera lo esperaba su limo, Frank bajó, le ofreció un paraguas en vista de que llovía copiosamente, abrió la puerta trasera para que Charles entrase y luego se dirigió al frente, al volante.
—Señor
¿dónde nos dirigimos? — Sondeó Frank, Charles parecía ausente, sus dedos índice
y medio rascando su mandíbula, sus ojos desorbitados, de repente, como si
despertara de un aletargamiento, observó a Frank y con una ligera sonrisa
respondió:
—Vamos a casa ésta noche Frank, estoy exhausto. —
Se removió un poco en el asiento, como para adoptar una posición más cómoda y
continuó ensimismado, mientras Frank ponía en movimiento el automóvil.
Charles miraba por la ventanilla, absorto en sus
pensamientos, Hella había desaparecido, probablemente se había marchado y él no
había tenido ocasión de sostener una conversación a solas con ella, se sentía
tan impotente y frustrado. De repente creyó que su mente lo engañaba por un
segundo, escasamente habían avanzado una o dos cuadras cuando distinguió a una
persona que apenas se refugiaba a las afueras de un edificio «¡no podía ser!» Abrió la ventanilla y allí la divisó,
parecía totalmente empapada, al menos su abrigo.
—¡Frank!
Por favor date la vuelta —ordenó inmediatamente
—¿Sucede
algo señor?
—Sólo acércate a ese edificio que acabamos de
pasar.
—Está oscuro señor y llueve a cántaros, no es
seguro para usted tampoco, a tan altas horas.
—Sólo haz lo que te digo —le amonestó Charles,
con los ojos entornados.
—Usted manda.
Hella sentía que el intenso frío se colaba por sus
huesos, apenas si había tenido tiempo de refugiarse, se había mojado el cabello
y su abrigo. Pensó que sería muy afortunada si no pescaba un resfriado, «pero qué diablos, salvo por ciertas
excepciones, su día había sido tan desdichado, no su día, reflexionó, su noche».
No quiso despedirse de Charles puesto que sentía
que era mejor así, probablemente no se volvería a topar con él nunca más. No
estaba segura de que Vivian continuara frecuentándolo y menos llevándolo al
departamento, ella no acostumbraba llevar a nadie de hecho, pero con él había
sido todo diferente, quizás ella estaba más interesada en él de lo que quería
admitir. De repente Hella sintió un nudo en la garganta «¿Qué rayos le sucedía? De cualquier
manera los amoríos de Vivian no eran su problema», no, claramente el problema era
Charles, él y su encantadora sonrisa, su voz suave, grave y cautivadora. Suspiró
profundamente y sacudió su cabeza, como si con eso lograra sacar de su mente
esos estúpidos pensamientos. De pronto notó que un auto, una limosina se
acercaba al edificio donde apenas lograba refugiarse de la lluvia insistente e
impertinente que no la dejaba marchar. Observó, no con poca curiosidad y recelo
que la puerta se abría y de pronto, allí estaba él. Creyó estar delirando por
un momento, entornó los ojos y lo divisó completamente. Definitivamente era él,
Charles. Se acercó a ella, «cielos aún mojado
lucía glorioso, perfecto, mientras que ella era un manojo de nervios», estaba segura de que lucía toda
desgarbada debido a la lluvia que le había caído encima.
—¿Hella?
Señorita Foster, ¿Se encuentra bien?
Por un instante lo miró fijamente, su rostro
reflejando estupor, no supo muy bien como pero logró responder.
—Me parece que no señor Manners, la lluvia me
alcanzó… Yo… intenté abrigarme en el lugar más cercano, quería tomar un taxi
pero esto es un caos, como puede usted ver.
—Entiendo,
venga conmigo, la llevaré.
—¡No! —
Le interrumpió inmediatamente e intentó zafarse cuando éste la tomaba del codo—.
De verdad no es necesario, por favor no se preocupe por mí… Yo encontraré la
forma de salir de aquí. — Miró alrededor, como en busca de una idea para salir
de esa situación. Se tomaba de las manos, bajó la vista al suelo nerviosamente.
Sentía todo el frío propagándose por su cuerpo. Quizás era eso y no la
presencia de Charles lo que la hacía sentirse de ese modo, temblorosa y torpe.
Súbitamente Charles sin mediar palabra la tomó de
la cintura y la arrastró dentro del automóvil, asegurándose de protegerla con
el paraguas que acababa de abrir. Hella no pudo ni reaccionar, tan sólo se dejó
conducir y de pronto ya se encontraba dentro de la limo. Charles dio las
órdenes al conductor y se alejaron del lugar inmediatamente.
Charles le tomó sus manos entre las suyas, ella
incapaz de mirarlo directamente a los ojos, y comenzó a acariciarlas, más bien
a friccionarlas como para darles un poco de calor, luego comenzó a soplarlas
con su aliento, sutil y suavemente.
—Creo que iremos a mi casa Hella, está más
cerca y necesita calentarse un poco, su departamento está muy lejos ahora y
podrías pescar un resfriado, y no pienso correr ese riesgo, así que no acepto
negativas. — Esto último lo dijo justo en el momento en el que Hella comenzaba
a abrir su boca para disentir. De modo que ésta cerró su boca y se volteó a un
lado, para mirar a través de la otra ventana.
Cuando llegaron al edificio, entraron
inmediatamente al estacionamiento. Bajaron del auto, Charles llamó al ascensor,
y en pocos minutos se abrió, le hizo señas a Hella de que entrase y luego
empujándola ligeramente por su espalda, a la altura de su cintura, entraron
juntos. Hella no le dirigió ni una palabra y se dedicó a mantener la mirada fija
en los dedos de ambas manos. Charles la observaba de soslayo, no sabiendo bien
que decirle. Esa chica realmente lo dejaba aturdido, aún sin el menor esfuerzo.
Cuando finalmente se abrieron las compuertas del
ascensor, Charles la tomó nuevamente y la condujo por el pasillo, sacó una
llave o tarjeta, la introdujo y entraron al recibidor del departamento.
Hella no pudo evitar recorrerlo todo con sus ojos,
era más bien un lugar elegante pero masculino al mismo tiempo, muy moderno y
espacioso también. Se trataba de un loft dúplex con un horizonte increíble a lo
largo del cual se podía divisar la ciudad. Todas las paredes revestidas
completamente de blanco y con espacios bien definidos pero al mismo tiempo de
fácil acceso entre uno y otro, una sala de estar enorme y espectacular, unida a
la cocina - comedor, amplia y luminosa, rodeada de dos enormes ventanales, lo
que de seguro permitía la entrada de luz natural. Enmarcada por un gran sofá
gris oscuro, adornado con cojines en un tono plata, mucho más claros que el
sofá, una mesa de caoba cuadrada también de grandes dimensiones, justo al
frente una poltrona blanca de estilo moderno y junto a ésta una gran chimenea
de granito gris, ubicada de forma superpuesta, de la que emergía una gran
tubería de metal y a través de la cual emanaba el calor y el humo, justo detrás
de ésta una escalera que conducía a la parte superior del loft, en la que se
hallaba una gran estantería o armario de madera color sepia poblado de libros y
cintas de películas.
Justo a la derecha del salón principal una enorme
encimera con tres sillas-bancos blancos, con un armario en la parte inferior
desde donde se divisaban algunas botellas de diferentes tipo de licor. En esa
misma línea de visión una pequeña sala comedor a la izquierda de ésta y justo
al frente la cocina.
De improviso sintió como Charles se acercaba a
ella y se alejó dando un respingo. Charles le hizo una señal para calmarla,
levantó las manos ofreciéndolas en señal de paz, tomó el cinturón del abrigo de
Hella, lo desenredó, desabrochó luego sus botones y lo deslizó por sus brazos.
Hella se sentía como una niña, estupefacta, incapaz de reaccionar, y por un
momento sintió como el calor de Charles la inundaba, aun estando a escasos
centímetros de ella.
—Estás
entumecida querida —le dijo—. Tu vestido está húmedo, creo que será mejor que te
cambies, buscaré algo seco que puedas ponerte, espera un momento.
Hella caminó a la sala de estar que estaba a unos
pasos, continuó observando el lugar, se sentía fuera de sí, tal vez Charles
tenía razón y estaba tan entumecida que su mente divagaba y no lograba el
control de sí misma.
Pocos minutos después Charles regresaba con lo que
parecía una sudadera y un albornoz.
—Hella, por favor, arriba, al final a la
izquierda está mi habitación, allí podrás quitarte esa ropa mojada y ponerte
esto, sé que no es mucho, pero es lo que pude encontrar para ti.
—Es suficiente señor Manners. — Logró decir
finalmente.
Charles le ofreció las prendas, ella las tomó,
Hella le obsequió una mirada tímida y se dirigió a la habitación. Repentinamente
se detuvo cuando oyó a Charles decir su nombre.
—¿Sí? — Se dio vuelta y respondió.
—Creo
que prepararé un poco de té para calentarnos ¿Está bien? Y me imagino que no
debe haber comido nada, veré que puedo encontrar para los dos. — Hella sólo
pudo asentir levemente con la cabeza, se dio vuelta de nuevo y se marchó en
definitiva a la habitación.
Cuando entró en ella la invadió un sentimiento
extraño, como de abatimiento, tristeza, no entendía muy bien por qué, quizás
porque tan sólo era una intrusa, ella jamás, «bueno, nunca
entraría en esa habitación bajo otras circunstancias».
Era un lugar sencillo, razonable e impecablemente
amueblado, lo regentaba una enorme cama, iluminada por una lámpara de piso
estilo arco, aportándole una luz directa a esa zona, todo muy moderno, cuyos
principales materiales se componían de madera y metal, una pequeña mesa de
noche al parecer movible, pues se sostenía con una simple columna de metal como
una especie de brazo, la cama con base de metal y madera justo debajo del
colchón, siguiendo con los mismos tonos gris o metal, blanco y sepia, de fondo
otro enorme ventanal con vistas de la ciudad.
A la derecha se encontraba el sanitario así que se
dirigió directamente allí, el mismo parecía tener espacio suficiente para dos
personas, incluso para una tercera, decorado con piedra y con una ducha sin
muro, como el resto del departamento, nada de poner barreras a la luz y el
espacio. Se sentó en un pequeño sillón, se quitó los zapatos y luego como pudo
bajó el cierre del vestido, lo deslizó por encima de su cabeza y lo colocó en
una percha cercana. Tomó la sudadera y se vistió nuevamente. Tuvo que quitarse
el sujetador pues lo sentía también húmedo, sus bragas parecían permanecer
secas. Luego se vistió con el albornoz, el cual era bastante grande, por
supuesto, pertenecía a Charles que era mucho más alto y corpulento. Olía a él,
lo pudo sentir mejor al rozar su nariz con la manga. Se acercó a un espejo y
observó su rostro desgarbado y taciturno, pero no podía hacer nada por
componerlo, así que se limitó a encogerse de hombros. Apagó la luz y salió del
cuarto de baño, pero al ver la enorme cama sintió deseos de recostarse, cerró
los ojos, suspiró profundamente por su estupidez, se dio vuelta y salió de la
habitación.
Este capítulo en especial muestra un poco lo que vendrá, los dejo con la incógnita, y espero les haya gustado. Nos encontramos aquí de nuevo mañana o eso espero!!
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